viernes, 13 de agosto de 2010

John Irving, La última noche en Twisted River

De repente, cuando llevaba leídas más de 500 páginas, me sorprendió el llanto. Es algo que me suele pasar con John Irving, no me avergüenza decirlo (Ketchum, con toda seguridad, habría mascullado “¡Menudo capullo estás hecho!”). En un primer momento traté de controlar mis emociones... Pero cuando comprendí lo inútil de tal esfuerzo, me abandoné a la escena dramática que estaba leyendo. El escritor había conducido mi imaginación a través de esos centenares de páginas a ese punto exacto (sin llegar a ser el final propiamente dicho). Había sabido, de un modo magistral, introducirme en la piel, en los sentimientos, en los temores, en las ilusiones, incluso, de aquellos personajes inolvidables (al menos para mí, que como lector permanecerán en mi memoria durante muchos años, sino toda mi vida). Por descontado, La última noche en Twisted River puede incluirse entre los mejores novelones de John Irving.

Si el autor americano me hubiese visto a través de una mirilla con mi moqueo incontrolable habría sonreído y pensado orgulloso: “Un trabajo bien hecho. ¡Objetivo cumplido!”. Para John Irving la historia y la arquitectura que la alza son fundamentales. Con sus obras pretende emocionar al lector, tal y como lo hiciera (y lo sigue haciendo, aunque no esté tan de moda y en ocasiones haya sido vilipendiado por algunos intelectuales de pacotilla) Charles Dickens... Y lo consigue, ¡vaya si lo consigue! Su narrativa no resulta pretenciosa ni pedante (a pesar de su complejidad) y en eso, quizá, estriba su dificultad y su magia. Cuando uno se sumerge en cualquiera de sus novelas es incapaz de soltarla, de dejar por unos momentos a sus personajes sin saber qué les sucederá, qué será de ellos ahora, ¿saldrán de este embrollo?... Irving mantiene constantemente nuestro corazón en vilo como nadie más sabe hacerlo.

Como en muchas de sus novelas, la trama arranca de un “accidente” en el que se ven involucrados los protagonistas. Es más, ese primer accidente sólo es el inicio de un cúmulo de accidentes que atrapará como una bola de nieve ladera abajo a los personajes, condicionando irreparablemente sus destinos. Dominic Baciagalupo, cocinero en Twisted River, un poblado que vive de la explotación forestal al norte de los Estados Unidos, y su hijo Danny, son las víctimas, en esta ocasión, del infortunio. Un incidente de graves consecuencias les hará huir de Twisted River, emprendiendo un periplo que se alargará durante décadas, perseguidos por el malvado alguacil Carl, la cuestionable autoridad del lugar. Esta novela representa toda una vida. Danny es un niño de doce años al comienzo de la historia y lo dejamos siendo un sexagenario. Este modo de narrativa siempre me ha recordado al largo cauce de un río: partimos de su lugar de nacimiento hasta llegar al punto exacto de su desembocadura. Las novelas de John Irving son, en cierta manera, novelas río con muchos rápidos y escasos remansos.

En La última noche en Twisted River vuelve a aparecer el personaje que acaba convirtiéndose en un escritor de éxito. Anteriormente aparecen escritores en El mundo según Garp o Una mujer difícil; sin embargo, Daniel Baciagalupo o Danny Angel (su nom de plume) es quien más se acerca al John Irving escritor. El autor le da a su protagonista su misma edad y su idéntica formación académica. El proceso de creación de un libro por parte de ambos es análogo. No obstante, todo queda ahí, el parecido sólo se presenta en el apartado técnico puramente dicho. Los acontecimientos vitales son opuestos entre el escritor real y el ficticio (salvando la fijación mutua que sentían hacia mujeres mayores durante la adolescencia). Todo lo que John Irving teme en esta vida, todos los demonios que lo martirizan en sus pesadillas se los endosa a Daniel Baciagalupo, es decir, perder sistemáticamente a todas aquellas personas a las que ama. Cuando parece que por fin todo va viento en popa, viene la tempestad y el fatídico naufragio. Él logra salir con vida, sobrevive, pero a un precio muy alto; lo paga con una tristeza y una soledad que se adhieren a él para no abandonarlo nunca.

Mención aparte merece el tosco leñador Ketchum. A medida que avanzamos en la novela se convierte, aun sin estar siempre presente, en el verdadero eje de la historia. Dominic y su hijo Daniel siempre están pendientes de él; asimismo lo tienen como un miembro más de la familia a la hora de tomar decisiones difíciles. Para Danny siempre será un referente en su vida. Sin lugar a dudas es uno de los personajes más complejos y más carismáticos de John Irving. Su naturaleza violenta y sin ley aunada a su lealtad hacia todos aquellos a los que ama le otorga una ambigüedad en su modo de actuar muy bien lograda por parte del autor.

A quienes les gustó Príncipes de Maine, reyes de Nueva Inglaterra, Una mujer difícil o Hasta que te encuentre disfrutarán con la lectura de La última noche en Twisted River. Y quienes nunca hayan leído nada de John Irving, se encuentran ante una excelente novela para adentrarse en el imaginario, las obsesiones y los escenarios a los que nos tiene acostumbrados este autor irrepetible.

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