viernes, 16 de abril de 2010

Patrick Modiano, La calle de las bodegas oscuras


¿Cómo llegué a tener conocimiento a finales de los ochenta de Patrick Modiano? La respuesta es sencilla: gracias a la pasión que sentía hacia este autor francés un profesor de inglés de mi antiguo instituto de bachillerato. Durante mi primer año allí, decidí apuntarme a un taller de lectura. Cada mes se nos proponía un libro (allí conocí a Raymond Carver, por ejemplo) y luego, fuera del horario lectivo, nos sentábamos en un aula vacía a comentar todo lo que nos había parecido la lectura y su autor. Tengo un recuerdo entrañable de aquel tiempo y de aquellas citas mensuales en “petit comité”.

Actualmente hay un tímido resurgir de la obra de Patrick Modiano. Esto se debe principalmente a que una de las más importantes editoriales de nuestro país ha decidido publicar sus obras más recientes y reeditar algunas pasadas con nuevas traducciones. Éste es el caso de la novela Rue des boutiques obscures, que en 1978 le valió al autor galo el prestigioso premio Goncourt, todo un empuje para su carrera literaria a los 33 años. Sin embargo, ya llevaba cinco novelas a sus espaldas y, aún más, la primera de ellas apadrinada por Raymond Queneau, muy buen amigo de su madre. La obra citada llegó a mis manos en la primera traducción realizada en 1980 por la editorial Monte Ávila con el nombre de La calle de las bodegas oscuras. A día de hoy se puede encontrar en las librerías bajo el sello de Anagrama titulada Calle de las tiendas oscuras.

Hace unos años y con casi dos metros de altura, a Patrick Modiano se le solía ver pasear sin ningún rumbo concreto por ciertos barrios de París. Tras el reencuentro con algunas fracciones de su pasado, entraba en el café más próximo y comenzaba a escribir a pluma, un método que no ha sustituido por las nuevas tecnologías. Analizaba, absorbía y meditaba sobre el presente y sobre el pasado, y cómo el primero normalmente y sin remordimientos disfraza al segundo de un modo en ocasiones casi inapreciable, pero lo justo para que las voces y los ecos que nos llegan solo sean sombras de lo que realmente aconteció. Tanto su vida personal como su trabajo literario reflejan un continuo buceo en ese pasado reciente pero desconocido para él, tratando de discernir una luz a la que aferrarse entre toda la oscuridad que se cierne sobre aquellos acontecimientos lejanos.

El corpus principal de su obra se centra en la época de la ocupación alemana de Francia. Si lo pensamos bien, Modiano nace el mismo año en que finaliza la Segunda Guerra Mundial. Podríamos decir que sus novelas siempre son la misma novela, pero vista desde perspectivas diferentes, con nuevos detalles. En ese sentido, me recuerda mucho a la obra de Juan Marsé por dos aspectos fundamentales: el primero por escribir siempre la misma novela y el segundo por el período histórico escogido. Sin embargo y a continuación, debo decir que el estilo que emplean ambos autores nada tiene que ver el uno con el otro. Si en Marsé toda la obra está elaboraba y revisada y vuelta a revisar, y sus frases son verdaderas piezas de orfebrería, en Modiano la primera apariencia es la contraria. Todo fluye de una manera a veces demasiado onírica, sin tanta concordancia interna, con frases breves y contundentes. Sin embargo, logra atrapar al lector como pocos autores lo hacen, con un prosa que se nos queda en el recuerdo para siempre.

Como curiosidad y para finalizar comentar que esta novela está dedicada a su padre, Albert Modiano, contra quien décadas más tarde, en su obra autobiográfica Un pedigrí, arremeterá sin miramientos. Cosas de la vida.

1 comentario:

José García Chamorro dijo...

No sé cuál es el motivo... pero aquellos libros que llegamos a amar nos acompañan, fieles, toda la vida. Es imposible olvidarlos, olvidar la infinidad de emociones que despertaron en nosotros, olvidar que, a su manera, nos cambiaron para siempre.